Al año siguiente se dio una situación similar en Libia. El presidente francés Nicolas Sarkozy creyó al parecer que podría construir un imperio petrolero gracias a un cambio de régimen. En realidad Sarkozy no sirvió a los intereses libios ni a los franceses. Sólo se alineó junto a Estados Unidos y la OTAN.
Pero Muammar el Kadhafi era la única persona en África que había logrado que árabes y negros colaboraran entre sí, después de siglos de guerras y de esclavismo. Además, Kadhafi había utilizado los ingresos provenientes del petróleo para tratar, junto al presidente Amadou Toumani Touré, de construir un mínimo de Estado en Mali (el antiguo «Sudán francés») según el modelo de los socialistas franceses del siglo XIX (Proudhon y Fourier) y de la Yamahiriya Árabe Libia.
Al derrocar al Guía de la Revolución libia, la OTAN desató también el caos en Mali. Hecho extraordinario, el comandante del AfriCom estadounidense se rebeló contra el apoyo de Washington a al-Qaeda contra Libia, provocando así un giro en los objetivos de la OTAN.
Durante los siguientes meses se produjo en Mali un reinicio de la rebelión tuareg, pero a partir de entonces grupos yihadistas respaldados por la Hermandad Musulmana libia –o sea, por los servicios secretos anglosajones– desempeñaron un papel mucho más importante en esa rebelión. Carentes de los medios materiales necesarios para enfrentarse a los yihdistas, los militares malienses se amotinaron. Los servicios secretos de Francia y Estados Unidos aprovechan entonces la ocasión para derrocar al presidente de la República, Amadou Toumani Touré, a sólo semanas del fin de su mandato, y ponen en su lugar al presidente de la Asamblea Nacional, Doincounda Traoré. Esta maniobra fue legalizada por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), presidida en aquel momento por Alassane Ouattara, instalado en el poder el año anterior en Costa de Marfil… precisamente por las tropas francesas.
Los yihadistas atacaron entonces la ciudad maliense de Konna y extendieron la aplicación de la charia al norte del país. El presidente títere Dioncounda Traoré solicitó la intervención del ejército francés, que no esperaba otra cosa. Por supuesto, el presidente francés Francois Hollande se apresuró a proponer la ayuda de Francia para contrarrestar la influencia de los yihadistas –respaldados estos últimos por los aliados anglosajones y qataríes de Francia– y garantizar de paso su propio aprovisionamiento en uranio.
Así comenzó la “Operación Serval”, aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU. Se trataba claramente de un regreso a la vieja política colonial de Francia. En 2014, se firmó un acuerdo secreto que permitió a Francia desplegar tropas no sólo en Mali y en Chad sino en todo el Sahel y no en contra de los anglosajones sino junto a ellos y con el conjunto de las potencias europeas en contra de los yihadistas… a los que, sin embargo, Francia seguía respaldando. Así comenzaba la “Operación Barkhane”.
Al cabo de un periodo de confusión, finalmente se realizó en Mali una elección presidencial que puso legalmente en el poder al presidente Ibrahim Boubacar Keita. Aunque se presentaba como laico, Ibrahim Boubacar Keita recurrió al apoyo de Arabia Saudita –que se había puesto en contra de la Hermandad Musulmana– frente a Qatar –que había pasado a respaldar la Hermandad Musulmana.
Las contradicciones francesas ya eran evidentes. El presidente Francois Hollande se había visto obligado a retrasar el despliegue de las fuerzas de la “Operación Serval” para dar tiempo a que sus aliados qataríes retiraran los consejeros militares que habían enviado a los yihadistas. Después, los yihadistas que trataban de derrocar el gobierno sirio –con el apoyo de Francia– protestaron contra los «traidores franceses» que luchaban contra sus «hermanos» yihadistas en Mali. Y cuando el ministro de Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, interrogó a su homólogo francés, Laurent Fabius, sobre aquel enredo, Fabius se limitó a responderle, entre risas: «¡Esa es nuestra realpolitik!»
Las primeras acciones del ejército francés en Mali fueron militarmente inaceptables: las víctimas civiles de sus bombardeos fueron 7 veces más numerosas que los yihadistas muertos. Lógico resultado: la opinión de los malienses se volvió en contra de Francia.
La primera víctima de esa estúpida y bárbara política de París fue el presidente maliense Ibrahim Boubacar Keïta, derrocado en 2020 por un nuevo movimiento militar. En definitiva, un grupo de militares inspirado en el ejemplo del revolucionario burkinabés Thomas Sankara (1949-1983) constituyó un gobierno de transición alrededor del coronel Assimi Goita.
El ejército maliense no tardó en revelar lo que estaba sucediendo. El 8 de octubre de 2021, en entrevista concedida a la agencia RIA-Novosti, el primer ministro de Mali, Choguel Kokalla Maiga, denunciaba el doble juego de Francia, aportando incluso detalles sobre el entrenamiento de los yihadistas en la región de Kigal, donde las tropas de Mali no habían podido entrar… porque el ejército francés había prohibido que lo hicieran.
Por supuesto, con excepción de Red Voltaire [1], ningún medio francés reportó aquella entrevista. La prensa occidental en general prefería dedicar el máximo espacio a las conversaciones del gobierno de Mali con Rusia que podían conducir a un despliegue de la empresa militar privada rusa Wagner.
El 23 de diciembre de 2021, Francia dirigía a Mali una nota –firmada también por Bélgica, Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca, Alemania, Italia, Canadá, Lituania, Noruega, Portugal, Rumania, Chequia y Suecia– deplorando la posibilidad de que el gobierno de Mali pudiese decidir recurrir a Wagner.
En enero de 2022, el gobierno de transición de Mali –la «junta», según la terminología francesa– denunció una violación del espacio aéreo nacional por parte de los militares franceses [2]. El general francés Laurent Michon, jefe de la fuerza denominada Barkhane, argumentó entonces que los militares franceses habían actuado en aplicación de las prerrogativas concedidas por el presidente títere Dioncounda Traoré al iniciarse la Operación Serval y fingió creer que tales prerrogativas se extendían a Barkhane.
Llegados a este punto no queda más remedio que reconocer que los esfuerzos de los militares franceses, independientemente del papel de los servicios secretos franceses en sentido opuesto –a favor de los yihadistas– ha sido reconocido como un fracaso por todos los observadores.
Al no poder distinguir entre “buenos” y “malos”, el gobierno de transición pidió a los franceses que se fueran [3]. París trató de presionar al gobierno de Mali a través de la CEDEAO, cuyos miembros decidieron cerrar sus fronteras con Mali y congelar los fondos de ese país depositados en el Banco Central de Estados del África Occidental. Pero, al fin y al cabo, los franceses tuvieron que resignarse a emprender la retirada.
El 11 de mayo Estados Unidos organizaba en Marruecos una reunión de la llamada coalición global contra Daesh. En ese encuentro participaron los ministros de Exteriores de 85 países… bajo la presidencia de la subsecretaria de Estado estadounidense Victoria Nuland. El objetivo de esa reunión fue preparar la próxima guerra en Sahel… con el armamento que supuestamente se envía a Ucrania y que en realidad se almacena en Kosovo y Albania.
A mediados de junio de 2022, mientras que los militares franceses preparan su retirada, el gobierno de transición de Mali contrata la empresa militar privada rusa Wagner para que los reemplace. En Francia se hace campaña contra esos intrusos, sobre todo contra uno de sus dirigentes, Evgueni Prigozhin. La editorial francesa Michel Lafon publica el testimonio de un ex comandante de Wagner en el Donbass y en Siria. El grupo también está presente en la República Centroafricana y en Libia y se le acusa de ciertos abusos, por cierto menos graves que los cometidos por soldados franceses. También se acusa a Prigozhin de tener una empresa informática y de haber manipulado la elección presidencial en Estados Unidos. Esa propaganda se repite incansablemente a pesar de que una investigación judicial estadounidense no ha logrado comprobar absolutamente nada de eso. También se dice que Prigozhin sirve de consejero a Saif al-Islam Kadhafi, hijo del asesinado líder libio, y que apoya organizaciones de defensa de los derechos humanos que se enfrentan a los gobiernos occidentales.
El 3 de julio la CEDEAO, temiendo ganarse la hostilidad de Rusia, acaba anulando discretamente las sanciones que había impuesto a Mali.
El 6 de julio el gobierno de transición de Mali entrega al Consejo de Seguridad de la ONU un calendario detallado de las reformas democráticas que ha planificado para aplicarlas antes de la elección del próximo presidente de la República, prevista para febrero de 2024. Es evidentemente que ese calendario ha sido preparado con el concurso de consejeros rusos.
El 21 de julio, el general francés al mando de la fuerza Barkhane acusa al grupo Wagner de explotar 3 minas de oro como pago de su intervención.
El 9 de agosto, la Federación Rusa entrega al ejército de Mali un importante lote de aviones y helicópteros.
El 16 de agosto, Mali solicita al Consejo de Seguridad de la ONU la convocación de una reunión especial sobre el apoyo de Francia a los yihadistas [4]. En su solicitud, Mali precisa que dispone de pruebas que demuestran el doble juego de Francia.
Ese mismo día, Francia envía al Consejo de Seguridad un comunicado sobre la retirada de la fuerza Barkahne de Mali. Sin mencionar la responsabilidad de Francia en la destrucción de Libia y en el apoyo a los yihadistas, el presidente francés se felicita en ese documento del “trabajo” realizado durante 9 años y recuerda que 59 soldados franceses murieron por la seguridad de las poblaciones europeas y malienses.
Hay varias interrogantes:
¿Por qué el ejército francés tiene tan malos resultados en África? En contraste, el balance del grupo Wagner en la República Centroafricana, donde está presente desde 2018, es positivo. Se dice que los hombres de Wagner han cometido abusos –ciertamente menos que los militares franceses– pero se reconoce que han logrado restaurar la paz. El hecho es que, en situación de combate, el ejército francés ya no cuenta con los medios que exigen sus ambiciones. No logra derrotar a los yihadistas y, según la Asamblea Nacional francesa, en un conflicto de alta intensidad los militares franceses serían barridos en 2 días.
¿Por qué el ejército francés acepta luchar contra yihadistas respaldados por Francia? En la práctica, Francia no tiene una política exterior propia desde 2007, sino que se ha limitado a realizar “jugadas” en función de aprovechar oportunidades. Esos acciones improvisadas de Francia en el exterior tienen repercusiones en suelo francés, donde los yihadistas ya no vacilan en prolongarlas. La Hermandad Musulmana, que parecía ser un temible ejército en tiempos de la guerra fría, hoy se ha convertido en un enemigo interno.
¿Por qué los dirigentes franceses regresaron en 2011 a la política colonial del siglo XIX a pesar de que el pueblo francés siempre ha condenado aquella política?
https://www.voltairenet.org/article217811.html
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