Francia ante el cambio de era
Mientra Francia se prepara para la realización de elecciones legislativas anticipadas, los partidos políticos se alían unos contra otros, acusándose entre sí de haber cedido a diferentes formas de extremismo. La inquietud que manifiestan y la violencia que suscitan no corresponden a la verdadera importancia de lo que está en juego. Cada partido se dedica a resaltar los errores pasados de los otros pero ninguno analiza las razones de la profunda crisis societal que atraviesa el país, al igual que todo Occidente. Sin embargo, el problema no es resolver este o aquel error o problema sino cambiar radicalmente el paradigma de la acción política y adaptarlo a una sociedad donde la economía ya no está basada en la industria sino en la informática.
LA DISOLUCIÓN DE LA ASAMBLEA NACIONAL
La disolución de la Asamblea Nacional de Francia, anunciada por el presidente Emmanuel Macron luego de conocerse los resultados de las elecciones para el Parlamento Europeo, hunde el país en el caos.
Los comentaristas se preguntan qué razones pueden haber llevado el presidente de la República, cuyo partido sólo puede salir gravemente debilitado de una elección legislativa anticipada, a cometer lo que a todas luces parece un suicidio. Y si no encuentran la respuesta es, probablemente, porque la pregunta está mal planteada.
Yo, por mi parte, me planteo la hipótesis de que la decisión no fue tomada por Emmanuel Macron sino por los inversionistas que lo pusieron en el palacio presidencial. Lo importante para ese grupo no es prolongar la presencia de Macron en la presidencia –se trata de un personaje que ha perdido el valor que en algún momento pudo haber tenido. Lo importante es traer al siguiente peón, un sucesor capaz continuar la misma política… con un nuevo discurso. Ya instalado en el poder, ese sucesor seguirá haciendo lo mismo que Macron, también en detrimento de los franceses.
Las elecciones “europeas” –léase las elecciones para el “Parlamento Europeo”– ya acaban de poner a prueba a Raphael Glucksmann. Ex esposo de Eka Zguladze, quien fue sucesivamente ministro del Interior en Georgia y viceministro del Interior en Ucrania –bajo la presidencia de Petro Porochenko–, Raphael Glucksmann vive actualmente con la periodista franco-libanesa Léa Salamé, nieta del joyero armenio Robert Boghossian e hija del ex ministro libanés Ghassan Salamé. Raphael Glucksmann es nieto de la filósofa Jeannette Colombel, una ex staliniana que se hizo amiga de los filósofos Jean-Paul Sartre, Michel Foucault y Gilles Deleuze. Raphael Glucksmann es además hijo del “nuevo filósofo” André Glucksmann [1], quien fue empleado de Freedom House [2]. Raphael Glucksmann profesa la rusofobia que su abuela abrazó a partir de 1986 y que transmitió a André, el padre de Raphael. Ese “pedigrí” hace de Raphael Glucksmann un excelente aspirante a la sucesión de Emmanuel Macron, según sus “donantes”.
No está de más recordar aquí que no creemos que el actual presidente de Francia, Emmanuel Macron, sea un Rothschild Boy. Lo consideramos más bien un producto del magnate estadounidense Henry Kravis, así lo escribí hace 6 años [3]. Desde aquella época, la esposa de Henry Kravis se convirtió en presidente del Grupo de Bilderberg y Xavier Niel (dueño del proveedor francés de acceso a internet Free), quien tuvo un papel central en la explotación de los datos informáticos que posibilitó la elección de Emmanuel Macron [4], ya convertido en yerno del magnate francés Bernard Arnault (LVMH), entró a la junta de administradores de KKR, el fondo de inversiones de los Kravis.
EL INEVITABLE CAOS
El periodo que se anuncia para Francia es de caos. Tres fuerzas políticas parecen enfrentarse, pero ninguna de ellas propone un análisis de la situación. Francia está estancada. Más vale vivir de subvenciones que trabajar por un salario ínfimo. A finales de 2023, la deuda pública francesa ya era de 3 101 millardos de euros [5], 110,6% del PIB. La administración francesa cuesta mucho y sus servicios son de mala calidad.
• Las fuerzas armadas francesas no aguantarían 3 días ante una embestida de Rusia. En las colonias francesas de Nueva Caledonia y Mayotte, la policía se ve desbordada por los acontecimientos [6] y en la metrópoli ni siquiera se atreve a entrar en ciertos barrios.
• Los tribunales franceses demoran años para pronunciarse sobre un crimen y las cárceles están superpobladas, en ciertos casos hasta en un 250% [7].
• Son numerosos los alumnos que, habiendo obtenido el bachillerato, logran descifrar un texto pero son incapaces de leer un libro.
• En los hospitales, el personal dedica la tercera parte de su tiempo a llenar formularios y no tiene tiempo para ocuparse de los pacientes.
• Los fraudes, principalmente en el sistema de seguridad social y los impuestos, parecen alcanzar cifras récords. La venta ilegal de drogas ha alcanzado un papel económico tan importante (unos 3 000 millones de euros) que ahora se incluye en el cálculo del PIB.
• Las desigualdades son tan grandes que, a pesar de que cerca de 3 millones de franceses (un 4,25% de la población) son millonarios en dólares [8], una tercera parte de la población tiene que sobrevivir con menos de 100 euros después del décimo día del mes [9].
Nadie en particular es considerado responsable de este resultado desastroso. Pero nadie hace algo por impedirlo. Estamos viviendo un periodo de transición hacia la sociedad informatizada, donde los principios de organización de la sociedad industrial ya no funcionan. Así que nadie logra gobernar, ni siquiera siendo capaz de manejar las cosas con la mayor maestría. Hay que inventar lo que aún no conocemos.
Los partidos políticos y los sindicatos, organizados de manera piramidal, según el modelo de la era industrial, sólo proponen soluciones de la era industrial, o sea soluciones concebidas en el pasado, cuya prolongación es precisamente el problema.
Francia no es el único país en esa situación, sino todos los países que predominaron en la era industrial y que, exceptuando a Rusia, conforman lo que ha dado en llamarse el «Occidente colectivo». Rusia es un caso particular en la medida en que no estuvo entre las potencias predominantes sino que se derrumbó en el momento de la disolución de la Unión Soviética y supo reconstruirse después, fuera del modelo antiguo. Pese a ello, Rusia tampoco sabe cómo será lo que está por venir, pero está abierta a lo nuevo. Esa particularidad quizás explica el actual clima de rusofobia.
Más arriba hablábamos de tres fuerzas: la unión de las diferentes formaciones de la derecha, alrededor del partido Reagrupamiento Nacional [10]; las formaciones que tratan de mantener el sistema instaurado alrededor de Emmanuel Macron; y las que se han reunido en el Nuevo Frente Popular, que prepara el advenimiento de una “Era Glucksmann”.
• La unión de las formaciones de la derecha atraviesa simultáneamente dos crisis:
Por un lado, el movimiento llamado “Reconquista” está dividido entre su fundador, Eric Zemmour, y sus vedettes, que, alrededor de Marion Marechal Le Pen, se alían al “Reagrupamiento Nacional”.
Por otro lado, el partido “Los Republicanos” [11]. Se divide entre sus militantes y su presidente, Eric Ciotti, que aspiran a lograr la unión de todas las formaciones de derecha, y sus notables, que rechazan esa unión.
La suerte está echada para Reconquista ya que su fundador, Eric Zemmour está solo, mientras que el futuro de Los Republicanos se decide en este momento ante los tribunales ya que su buró político decidió ilegalmente, como resultado de una discreta reunión masónica, la exclusión del presidente del partido, Eric Ciotti.
• El bando de Emmanuel Macron, rebautizado “Juntos por la República”, no puede contar con sus resultados ¡catastroficos! a la hora de hacer campaña. Por eso apuesta al miedo que suscitan los otros bandos. Al igual que ese bando, los demás tampoco aportan solución alguna, pero el de Macron asegura que él frena la caída del país.
• El “Nuevo Frente Popular” reúne una serie de partidos políticos que hasta ahora se decían irreconciliables. El miedo a su propia caída los ha llevado a concluir un acuerdo. Ahora la división no es entre esos partidos, sino que se manifiesta en el seno de uno de ellos. Sólo horas después de haberse dado a conocer su lista de candidatos, 5 ex diputados de “La Francia Insumisa” (LFI) que no aparecen en esa lista denunciaron la “dictadura” de su fundador, Jean-Luc Melenchon. Así lo ven ellos. También se observa que esos 5 ex diputados de LFI eran los únicos opositores de izquierda a Raphael Glucksmann, que se niegan a aceptar el al parecer irresistible ascenso de ese personaje.
Ninguna de esas tres coaliciones propone adaptar las reglas del juego a las exigencias de la época. Todos sus militantes, desorientados, se aferran a algunas ideas que ya no corresponden a estos tiempos, lo que podríamos llamar creencias que no comparten con la mayoría de los demás ciudadanos.
En su sitio web, Reagrupamiento Nacional plantea esencialmente 3 temas:
denuncia un estudio gubernamental sobre lo que podría ahorrarse suprimiendo la relación entre las prestaciones sociales y las jubilaciones;
denuncia la decisión gubernamental que prohibió la presencia de las empresas israelíes en la feria de defensa y seguridad Eurosatory;
y anuncia que presentará al Tribunal de Justicia de la Unión Europea una denuncia contra las decisiones del Consejo Europeo de repartir nuevos inmigrantes entre los Estados miembros de la UE y contra las multas que se impondrían a los Estados que rechacen el envío de esos nuevos inmigrantes.
En los tres casos se trata de mostrar que ese partido defiende el nivel de vida de los franceses y que lucha contra la inmigración, además de un mensaje subliminal según el cual su xenofobia es hoy más fuerte que el antisemitismo de sus fundadores.
El sitio web de “Renacimiento”, el partido de Emmanuel Macron, es cuando menos sucinto. Subraya 12 valores, como el “progreso”, la iniciativa de los territorios y el feminismo, valores que definirá posteriormente. Se ignora cómo espera conciliar algunos de esos valores. ¿Cómo conciliará la Unión Europea con el concepto de Nación? ¿Cómo conciliará la República y el laicismo? Pero eso no importa, sus militantes no necesitan reflexión sino sólo consignas.
Los 12 partidos de izquierda y ecologistas, que hace sólo una semana se insultaban entre sí, montaron una coalición –el Nuevo Frente Popular– en sólo 4 días. También firmaron un programa común, cuyo principal mérito es el de existir, pero que evidentemente fue redactado con la mayor precipitación. Cada cual introdujo sus temas predilectos… sin haber resuelto las contradicciones. Eso tampoco importa, los electores sólo verán la cantidad de temas que se mencionan. Mencionado sólo de paso, todos aceptaron mantener el apoyo a Ucrania contra Rusia.
Los 12 sitios web de los 12 partidos miembros del “Nuevo Frente Popular” afirman que todos creen en el origen humano del cambio climático y contienen referencias históricas a las luchas sociales… pero evitan aludir los puntos de oposición de sus programas en relación con los programas de los demás miembros de esa coalición. Resulta bastante sorprendente ver en esa coalición una milicia trotskista –la “Joven Guardia Antifascista” (JGA)– y un partido independentista –“Euskal Herria Bai” (EHB).
En todo caso, la división en 3 bloques no corresponde a divisiones reales sino a la oferta electoral. Cada uno produce publicidades temáticas, sin análisis sobre la crisis de civilización y todavía menos con respuestas a esa crisis. La retórica identitaria que reapareció durante la campaña presidencial francesa no era sobre la supervivencia de la Nación ante la Unión Europea ni sobre la inmigración sino sobre los puntos de referencia que se mantendrían en la sociedad futura.
PROYECCIÓN
Es evidente que los partidos políticos no serán capaces de responder a la crisis actual, sólo podrán “vendar” alguna que otra herida.
El periodo de transición parece llamado a ser largo. En Francia transcurrieron 92 años, incluyendo 10 años de la Revolución Francesa, entre el fin de la monarquía y el inicio de una sociedad que proclamaba la igualdad de derechos de todos los ciudadanos. Durante todo ese periodo, los ciudadanos se vieron traídos y llevados sobre todo por sus pasiones, más que por la razón. Eso demuestra que toda la sociedad en su conjunto necesita urgentemente una formación, acelerada, en los temas indispensables de las ciencias políticas y que es igualmente urgente la difusión de información pluralista.
https://www.voltairenet.org/article221054.html
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[1] André Glucksmann (1937-2015) era miembro del grupo conocido en Francia como los “Nuevos Filósofos”, cuya principal característica era el rechazo del marxismo. Nota de Red Voltaire.
[2] «Freedom House: cuando la “libertad” no es más que un pretexto», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 3 de enero de 2004.
[3] «¿Con quién está en deuda Emmanuel Macron?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 11 de diciembre de 2018.
[4] Mindfuck, Le complot Cambridge Analytica pour s’emparer de nos cerveaux, Christopher Wylie, Grasset, 2020.
[5] 1 millardo = 1 000 millones
[6] «El “partido colonial” francés todavía no digiere la pérdida de su imperio», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 28 de mayo de 2024.
[7] «L’Observatoire international des prisons appelle le Gouvernement à publier les vrais chiffres de la surpopulation carcérale», Observatoire international des prisons, 30 de mayo de 2024.
[8] Global Wealth Report 2023, UBS.
[9] «Près d’un tiers des Français vit avec moins de 100 euros dès le 10 du mois», Le Figaro, 1º de junio de 2023.
[10] Se refiere al partido que se denomina en francés Rassemblement national (RN). Nota de Red Voltaire.
[11] El partido denominado Los Republicanos es considerado el mayor exponente francés de la llamada “derecha tradicional”. Nota de Red Voltaire.
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