El presidente reelecto de Estados Unidos, Donald Trump, hizo declaraciones sobre la anexión hipotética del Canal de Panamá, Canadá y Groenlandia. Se trata de un proyecto delirante que ya en 1941 aparecía en un mapa trazado por un adepto del movimiento tecnocrático. Por cierto, fue la rama francesa de ese movimiento la que inventó el transhumanismo que tanto defiende Elon Musk. El abuelo del propietario de X fue responsable de la rama canadiense del movimiento tecnocrático.
Todos se han quedado boquiabiertos al oír las declaraciones del presidente reelecto de Estados Unidos, Donald Trump, quien afirma, antes de tomar posesión del cargo, que se propone comprar Groenlandia y anexar tanto Canadá como el Canal de Panamá.
Ningún dirigente occidental había dicho algo parecido desde la Segunda Guerra Mundial. Pero la clase dirigente estadounidense ha visto perfilarse en esas declaraciones una “nueva frontera”, o sea la perspectiva de adquirir nuevos territorios, donde Estados Unidos podría continuar su progresión.
En este artículo vamos a mostrar que esas ideas no son nuevas, sino que datan de la crisis de 1929 y que corresponden a un corpus ideológico coherente que hasta la semana pasada tenía como único defensor al multimillonario Elon Musk, hoy conocido sobre todo como el hombre más rico del mundo pero quien antes se destacaba como un gran admirador del ingeniero serbio Nikola Tesla y un ferviente adepto del transhumanismo.
Durante la “Gran Depresión”, o sea la crisis de Wall Street y la subsiguiente tempestad económica, la totalidad de las élites estadounidenses y europeas consideraron que el capitalismo, bajo su forma de aquel momento, estaba definitivamente muerto. Stalin propuso entonces el modelo soviético como única respuesta a la crisis, mientras que Benito Mussolini (quien había sido representante de Lenin en Italia) proponía, por el contrario, el fascismo. Pero una tercera propuesta surgió en Estados Unidos: la tecnocracia.
Criticando la lectura tradicional de la oferta y la demanda, el economista estadounidense Thorstein Veblen se interesó en las motivaciones de los compradores y mostró que quien puede permitirse ciertos lujos en realidad lo hace para confirmar su superioridad social mostrando a los demás que puede hacerlo. Según Veblen, los lujos o los placeres no son una forma de pereza, sino que «expresan el consumo improductivo del tiempo». Por consiguiente, en numerosas situaciones, y contrariamente a la creencia generalizada, «mientras más aumenta el precio de un bien, más aumenta también su consumo», según la “paradoja de Veblen”. En definitiva, no son los precios sino los comportamientos de grupo y las motivaciones individuales los que dictan la economía.
El pensamiento iconoclasta de Thorstein Veblen dio origen, entre otros, al movimiento tecnocrático de Howard Scott. Este ingeniero estadounidense estimaba que el poder no debía estar en manos de los capitalistas ni de los proletarios sino en manos de los técnicos.
El movimiento tecnocrático llegó a Francia a través de alumnos de la Escuela Politécnica [1], entre ellos el autor de novelas esotéricas Raymond Abellio (fundador de la secta a la que el presidente francés Francois Mitterrand perteneció durante toda su vida) y Jean Coutrot, inventor del transhumanismo. Con el paso del tiempo, aquel movimiento supuestamente engendró en los medios ocultistas del régimen de Philippe Petain [quien colaboraba con la ocupación nazi en Francia] una sociedad secreta llamada la Sinarquía.
El transhumanismo de Jean Coutrot prefigura el transhumanismo de Elon Musk. El objetivo de Coutrot era utilizar la técnica para ir más allá del humanismo. Para Elon Musk se trata más bien de utilizar la técnica para cambiar al hombre.
Estos antecedentes explican el hecho que en Francia toda referencia a la tecnocracia sea vista con total desconfianza. Pero se trata de un movimiento basado en un cuestionamiento dominante del funcionamiento de las democracias. Sus seguidores afirman que ellos no hacen política sino que buscan soluciones técnicas a todos los problemas. Nos guste o no, ese movimiento está presente en Estados Unidos, en la creencia de que el progreso técnico es capaz de resolverlo todo.
En todo caso, el movimiento tecnocrático, que se basaba en los conocimientos estadísticos del periodo de paz que separó las dos guerras mundiales, estaba convencido de que Norteamérica entera era una unidad en términos de recursos minerales y de industrias.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el responsable de la rama canadiense del movimiento tecnócrata, el quiropráctico Joshua Haldeman, fue arrestado porque defendía la neutralidad hacia la Alemania nazi. Haldeman era, efectivamente, prohitleriano y antisemita [2]. Después la guerra, atraído por el régimen del apartheid, Joshua Haldeman se instaló en Sudáfrica. Elon Musk es nieto de Joshua Haldeman.
Es importante señalar que la posición de Elon Musk en la futura administración Trump se ve cada vez más seriamente cuestionada por los partidarios mismos de Trump. Steve Bannon dijo al Corriere della Sera: «Elon Musk no tendrá pleno acceso a la Casa Blanca, será como una persona cualquiera. Es un tipo verdaderamente maléfico, muy mala persona. Para mí es algo personal botar a ese tipo. Antes, como había aportado dinero, yo estaba dispuesto a tolerarlo. Ya no estoy dispuesto a tolerarlo.» [3].
Algunos miembros del movimiento tecnocrático dieron gran importan a un proyecto presentado en 1941 bajo la forma de un mapa de cómo debería ser el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Aquel mapa, trazado por un autor anónimo, bajo el seudónimo “Maurice Gomberg”, proponía una división del mundo basada en las civilizaciones. De esa manera, Estados Unidos debía abarcar la totalidad de Norteamérica –desde Canadá hasta el Canal de Panamá– e incluir en sus territorios numerosas islas del Pacífico y del Atlántico –como las Antillas, Groenlandia e Irlanda. Como la mítica Sinarquía francesa, aquel mapa se mencionó mucho en los medios conspiracionistas. Pero, según el historiador Thomas Morarti, citado por la prensa irlandesa [4], aquel mapa encontró un eco en la voz del presidente Franklin D. Roosevelt, cuando este pronunció su “Discurso de las cuatro libertades” (la libertad de expresión, la libertad de religión, la libertad de vivir al abrigo de la escasez y la libertad de vivir al abrigo del miedo), el 6 de enero de 1941. En 1946, en el mismo orden de ideas, el presidente estadounidense Harry Truman propuso que las tropas de Estados Unidos que habían liberado Groenlandia se mantuvieran allí y que Washington comprara aquel territorio en 100 millones de dólares.
En 1951, Dinamarca autorizó la instalación en Groenlandia de 2 grandes bases militares de Estados Unidos y la OTAN, en Sondrestrom y en Thule (actualmente Qaanaaq). Desde aquella época, Estados Unidos ha desplegado allí ciertos elementos de su sistema de defensa antimisiles. En 2004, después de adquirir su estatus de autonomía, Groenlandia pasó a ser cofirmante del tratado en el que Dinamarca había autorizado la instalación de las dos bases estadounidenses.
En 1968, un bombardero estratégico de la fuerza aérea estadounidense (US Air Force) que participaba en una operación de rutina en el marco de la guerra fría se estrelló por accidente cerca de Thule, contaminando la región con una nube de uranio enriquecido. Posteriormente, en 1995, se supo que, en violación de las leyes danesas, el gobierno de Dinamarca había autorizado tácitamente a Estados Unidos a almacenar armas nucleares en su suelo.
Hoy Estados Unidos podría fácilmente “comprar” Groenlandia… sin desembolsar ni un centavo, bastaría que el Pentágono se comprometiese a garantizar la protección de Dinamarca, con lo cual liberaría a ese país de una carga financiera.
Como para dar cuerpo a lo que parecían ser sólo palabras al viento, el hijo mayor de Donald Trump viajó a Groenlandia “de vacaciones”. Por supuesto, llegó en un avión de la familia y rodeado de un grupo de consejeros. En Groenlandia, al menos oficialmente, Donald Trump junior no se reunió con ningun responsable político. Pero, durante la visita, la ONG Patriot Polling realizó un sondeo de opinión. Según lo publicado la mayoría de las personas interrogadas en Groenlandia, más exactamente el 57,3% de los encuestados, aprobaron la idea de pasar a ser parte de Estados Unidos, un 37,4% se pronunció en contra y hubo un 5,3% de indecisos. Después de la publicación de esos resultados, el primer ministro de Groenlandia, Mute Egede, dijo en una conferencia de prensa en Copenhague (Dinamarca) que, aunque no había hablado con los Trump, él estaba abierto a «discusiones sobre lo que nos une». Y agregó: «Estamos dispuestos a conversar. La cooperación es una cuestión de diálogo. La cooperación significa que se trabajará en la búsqueda de soluciones.»
Cuando el movimiento tecnocrático planteaba la anexión de Groenlandia, recordaba que ese territorio es parte de la plataforma continental de Estados Unidos y se basaba en la importancia de sus recursos naturales. En efecto, en Groenlandia existen yacimientos de las llamadas “tierras raras” [5], así como de uranio, reservas de petróleo estimadas en miles de millones de barriles y grandes reservas de gas natural, antes inaccesibles pero que hoy lo son cada vez menos. Las llamadas “tierras raras” son actualmente casi una exclusividad de China, pero se han hecho indispensables en el sector de la alta tecnología… incluyendo la fabricación de los autos eléctricos de Tesla. Las reservas naturales de Groenlandia no están siendo explotadas debido a la tradicional oposición de la población autóctona de ese territorio, los inuit, que constituyen el 88% de la población.
Hoy en día, Groenlandia es sobre todo una carta estratégica, que permitiría a Estados Unidos controlar la ruta marítima del norte, ahora navegable y hoy bajo el control de Rusia y China. Si Groenlandia cambiara de propietario, eso transformaría la ecuación geopolítica. Es por eso que el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, comentaba: «El Ártico es una zona de nuestros intereses nacionales, de nuestros intereses estratégicos. Queremos preservar el clima de paz y de estabilidad en la región ártica. Observamos muy de cerca la evolución bastante espectacular de la situación pero, hasta ahora, ¡gracias a Dios!, todo son sólo declaraciones.»
Es posible que estas referencias no tengan nada que ver con Elon Musk y con Donald Trump, pero habría que tenerlas en mente ante el posible desarrollo de los acontecimientos.
[1] La Escuela Politécnica (École Polytechnique) es una importante escuela francesa de ingenieros fundada en 1794. Nota del Traductor.
[2] The International Conspiracy to Establish a World Dictatorship & The Menace to South Africa, Joshua Hadelman, citado en el artículo “The World According to Elon Musk’s Grandfather”, Jill Lepore, The New Yorker, 19 de septiembre de 2023.
[4] “United mates of América”, Tom Prendeville, Irish Mirror, February 1944.
[5] Groenlandia se menciona sólo una vez en el Technocracy Study Course, publicado por primera vez en 1934, cuando todavía no se conocían las “tierras raras”.
Political consultant, President-founder of the Réseau Voltaire (Voltaire Network). Latest work in English – Before Our Very Eyes, Fake Wars and Big Lies: From 9/11 to Donald Trump, Progressive Press, 2019.